Correr en la naturaleza y los ultramaratones son, para mí, una forma de meditación.
Por Neisa Condemaita, ultramaratonista y corredora.
Crecí en La Paz, Bolivia, la capital más alta del mundo a aproximadamente 12,000 pies de altura. Eso quiere decir que el acceso a la naturaleza y las actividades el aire libre estaban mi patio trasero. Pasé muchos de los fines de semana de mi infancia con mi papá, explorando y caminando por las montañas. Su amor por estar al aire libre era contagioso y esa pasión y aprecio por la naturaleza lo transmitió a nosotros sus hijos.
Si bien siempre me ha gustado estar en la naturaleza, la verdad es que comencé a correr por senderos mucho más tarde en mi vida. Me mudé a los Estados Unidos en 2001 y mi hermano y mi papá me inspiraron a correr.
Yo tenía 35 años y mi papá 65 cuando empezamos a correr. Al principio no tomaba en serio a mi padre, pero luego me quedé impresionada por su determinación, resistencia y pasión por las carreras de larga distancia. A su edad, corría las mismas distancias que yo. ¡Simplemente le encantó! Luego, correr largas distancias por senderos se convirtió en algo que disfrutábamos juntos, especialmente cuando regresé a casa para visitarlo en Bolivia.
Como corredora, hice algunas carreras pequeñas y mi primer maratón fue el Marines Marathon en Washington, D.C. ¡A partir de ese momento, quedé prendada! Una vez, mi papá me contó que cuando tenía ocho años, solía caminar 50 kilómetros –unas 30 millas-- con mi abuelo hasta el pueblo más cercano para conseguir comida, ¡y yo no lo podía creer!
Esa conversación me inspiró a intentar un ultramaratón. Quería sentir cómo era correr 50 kilómetros para un niño de ocho años como cuando mi papa era pequeño, versus yo, una mujer de 37. Mientras corría por senderos para entrenarme para las carreras, no podía evitar pensar en todas esas aventuras que tuve con mi papá en la montaña cuando era niña.
Cuando le dije a mi papá que haría mi primer ultramaratón, me dijo que me contaría más sobre su experiencia haciendo 50 kilómetros cuando era niño cuando yo terminara mi carrera.
Completé mi primer ultramaratón y lo llamé por teléfono para que me contara más, pero desafortunadamente nunca pude volver a hablar con él porque tuvo un derrame cerebral y no pudo volver a hablar, ni caminar. Eso fue muy difícil para mí.
Pero después de eso, cada vez que terminaba una carrera, le llevaba a mi papa la medalla y le decía que estaba conmigo en el camino, haciéndolo sonreír. Dos años después, falleció de cáncer, pero mi papá sigue presente conmigo en cada carrera.
Hasta ahora he corrido 21 maratones y 45 ultramaratones. Mi carrera más larga ha sido una carrera de 120 kilómetros, unas 75 millas. Mi objetivo actual es terminar diez carreras de 100 kilómetros antes de cumplir los 50. Ya he completado nueve, así que solo me queda una. Hago carreras, pero no soy una corredora de élite. Pero no corro para ser el más rápida ni para pararme en podios.
A algunas personas les puede resultar difícil entenderlo, pero las carreras de larga distancia en la naturaleza y los ultramaratones pueden ser una forma de meditación. Correr por los bosques y escuchar los pájaros y los ríos es muy zen para mí. El trail running -correr en la naturaleza- me da paz y felicidad.
Puedes aprender mucho sobre la naturaleza y sobre ti mismo durante estas carreras. Nunca es demasiado tarde para empezar a correr por senderos. ¡Soy una prueba viviente de ello!